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"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

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16-01-2012

 

 

 


 

 


El fantasma de la ''ultra'' o la reemergencia de la izquierda revolucionaria en Chile

SURda

 

Internacionales/Chile

 

 

 

Iván Vitta A.




El año 2011 estuvo indudablemente marcado por la rebelión estudiantil contra el sistema educacional de mercado. El movimiento estudiantil impuso la demanda por la educación gratuita como eje central de sus propuestas, en un claro desafío a los fundamentos mismos del capitalismo neoliberal y al consenso político Alianza-Concertación. Uno de los actores políticos tras bambalinas de este movimiento fue la denominada “ultra”, un conjunto de colectivos políticos de izquierda anticapitalista que buscan abrir espacio para una propuesta revolucionaria, llenando así el vacío político que los partidos tradicionales de la izquierda chilena, el PS y el PC, han dejado en su acomodamiento a la institucionalidad del capitalismo neoliberal.

El contexto de crisis

La movilización estudiantil se desarrolló sobre el fondo de una doble crisis: la crisis de legitimidad política del capitalismo neoliberal en Chile y la crisis internacional capitalista, la más grande desde la Depresión de 1929. Ambas se conjugan abriendo espacios para el planteamiento de transformaciones radicales que comiencen a arañar el núcleo mismo del capitalismo, sus relaciones sociales de producción basadas en la explotación del trabajo asalariado.

La crisis de legitimidad chilena se expresa nítidamente en los más recientes estudios de opinión, que indican un generalizado descrédito de las instituciones del país. El bloque político burgués -la Alianza y la Concertación- ha tomado nota y empieza a elaborar estrategias de contención que le permitan evitar un desfonde institucional. El miércoles 4, el Senado aprobó la creación de una comisión bicameral que estudie una nueva constitución, una jugada política más efectista que efectiva, pero que muestra claramente a la elite binominal buscando no perder la iniciativa política, apostando a una serie de reformas políticas acotadas que, impulsadas desde arriba, le cierren el espacio a una irrupción plebeya desde abajo.

Por su parte, la crisis económica internacional ha revelado su carácter de crisis del capitalismo como modo de producción, no sólo la de una fracción del capital (crisis financiera) ni la de un programa político y económico-social (el neoliberalismo). Es la crisis de la fase transnacional de desarrollo capitalista, fase iniciada en los años 50-60, acelerada en los 70-80 -con la crisis del programa keynesiano- y completamente victoriosa en los 90.

Es, desde el punto de vista político-histórico del capitalismo, la apertura de un nuevo período revolucionario -como los que se dieron en los años 10-20 y en los años 60 en el siglo pasado- de intensificación de las lucha de los pueblos contra el yugo del capitalismo y el imperialismo.

La rebelión estudiantil y la izquierda revolucionaria

Volviendo a las grandes luchas por la educación, el rol de la izquierda revolucionaria estudiantil fue decisivo en al curso que finalmente tomó la movilización. Lo que tradicionalmente no pasaba de ser una pulseada por becas más o menos, se transformó en un cuestionamiento de fondo al sistema educacional mercantilizado, poniendo en el centro la demanda por educación gratuita. La consigna de educación gratuita fue impulsada por la izquierda revolucionaria, apoyada en la radicalización de los estudiantes, sobre todo los de regiones y los de estratos sociales menos acomodados, mismos sectores que lanzaron la movilización a la que se sumaron finalmente los planteles de Santiago.

La izquierda revolucionaria también se constituyó en la conducción en las sombras del movimiento, invisibilizada permanentemente por los medios del duopolio neoliberal, que prefirieron destacar a figuras más ligadas al establishment político, como Camila Vallejo o Giorgio Jacskson.  

Fue decisiva en esa hegemonía revolucionaria la constitución en enero del 2011 de la UNE, Unión Nacional de Estudiantes, que agrupó a varios de los colectivos más radicales; si bien no alcanzó a incorporar a todas los colectivos del fragmentado universo de la izquierda radical, logró constituirse en un actor dotado de tonelaje suficiente como para permitir la convergencia de posturas y asegurar la hegemonía revolucionaria al interior del CONFECH.

Dicha hegemonía cristalizó durante el mes de junio, cuando se reestructuró la mesa ejecutiva del CONFECH, terminando con la sobrerrepresentación de las Federaciones de Santiago, que tenían hasta entonces la mitad de los diez cargos, reduciéndose a dos de ocho (dos por cada uno de los cuatro zonales).

A nivel de estudiantes secundarios, esa hegemonía no se pudo expresar en forma nítida por la división en dos grandes organizaciones, la CONES, con fuerte presencia de las JJCC, y la ACES, hegemonizada por la izquierda revolucionaria. Ello permitió que las demandas secundarias más radicales fueran invisibilizadas por la hegemonía PC en la Mesa Social de la Educación.  

En el período de reflujo que comenzó en noviembre, el movimiento estudiantil secundario ha sido el más golpeado por la revancha de los sostenedores y alcaldes. La ACES estima en cerca de tres mil los estudiantes a los que se ha expulsado por participar en las tomas de colegios; muchas de las tomas prosiguen hoy precisamente para revertir las sanciones. Se hace un deber ético apoyar a quienes han resultado ser los que mayor peso han soportado sobre sus espaldas en la gesta educacional del 2011.

No obstante, el movimiento estudiantil no fue el único sector social donde se expresó una conducción de izquierda revolucionaria. A nivel del movimiento de pobladores, se constituyó a principios de año la Federación Nacional de Pobladores, FENAPO, que en diciembre pasado realizó un exitoso corte vial simultáneo de doce puntos críticos de la ciudad de Santiago en contra de la nueva ficha de protección social. A ello se sumó el importantísimo triunfo en el plebiscito comunal de Peñalolén, que frustró los planes del alcalde Claudio Orrego, respaldado por una alianza política que iba desde la diputada UDI María Angélica Cristi hasta la dirección comunal del PC de Peñalolén, de introducir modificaciones pro empresas inmobiliarias en el Plano Regulador comunal. En este caso, la izquierda revolucionaria fue capaz de articular un amplio arco de sectores sociales que respaldaron el rechazo a la opción del alcalde, incluyendo a dirigentes de las JJCC disidentes de su directiva.

Hasta el año pasado, la izquierda revolucionaria había tenido una presencia política muy marginal en el escenario nacional. Con las movilizaciones estudiantiles y territoriales, empieza a asomar cabeza como factor político por primera vez en más de veinte años.

Elecciones universitarias: el plebiscito que el PC perdió

El remate de la creciente radicalización de los estudiantes y el ascenso de la izquierda revolucionaria han sido las recientes elecciones universitarias, que se constituyeron, en los hechos, en un plebiscito sobre la conducción del PC en el movimiento estudiantil.  

El PC perdió las dos principales federaciones que controlaba, la FECH y la FEUSACH, además de otras como la Federación de Estudiantes del Pedagógico.

En la FECH, la principal figura estudiantil del PC, Camila Vallejo,  perdió la reelección de la presidencia, no obstante su enorme arrastre mediático (que se expresó en su primera mayoría individual). En la FEUSACH, la lista de las JJCC no pasó a la segunda vuelta, desplazada al tercer lugar por una lista de estudiantes radicales formada por independientes y militantes trotskistas del PTR.

Las derrotas del PC desataron la furia de sus dirigentes y militantes, que iniciaron una fuerte ofensiva denunciando una supuesta campaña “anticomunista” contra su partido. El supuesto apoyo de la derecha a Gabriel Boric en la FECH fue un rumor inventado por el propio PC, concebido primero como maniobra electoral desesperada ante la inminente derrota de su candidata y luego como una forma de encubrir su propia responsabilidad en esa derrota, al haber “quemado” a Camila Vallejo reuniéndola con dirigentes desprestigiados como Arturo Martínez, Jaime Gajardo o los propios parlamentarios concertacionistas, que en el pasado aprobaron engendros como el Crédito con Aval del Estado y ahora posaban de amigos de los estudiantes.

También se intentó minimizar los resultados. En la FECH, se destacó el hecho de que las JJCC aumentaron en un 30% su votación y que su candidata había obtenido la primera mayoría individual.  No se mencionó que el universo de votantes aumentó en un 50%, lo que convertía el aumento de la Jota en un retroceso porcentual, ni que la izquierda a la izquierda del PC había aumentado más de 70% su votación. En el programa Tolerancia Cero, Guillermo Teillier afirmó que en términos generales no había un retroceso, porque si bien se habían perdido algunas elecciones, también se habían ganado otras. No indicó cuáles fueron éstas.

La conclusión es clara: los estudiantes rechazaron las maniobras del PC para convertir al movimiento estudiantil en capital político electoral para el retorno de la Concertación a La Moneda; por el contrario, han respaldado en todo el país a aquéllos dirigentes estudiantiles que se la jugaron permanentemente por las demandas del movimiento estudiantil. Los estudiantes aprobaron con sus votos la conducción de la izquierda revolucionaria estudiantil.

La “clase política” y la izquierda revolucionaria

Para el gobierno, este protagonismo de la llamada “ultra” (denominación peyorativa que comparten desde la derecha hasta el PC) resultó muy complicado, porque impidió que fraguara un acuerdo político entre la Mesa Social por la Educación y el entonces ministro Joaquín Lavín. La consigna de la educación gratuita sacó la discusión del terreno conocido y cómodo de unos pesos más o menos y apuntó a las características estructurales del modelo.

Por el lado de la Concertación, la sólida posición de los estudiantes contra la mercantilización de la educación se convirtió también en una denuncia en contra la propia coalición hoy opositora, cuyos gobiernos fueron los principales impulsores y legitimadores de esa mercantilización, además de tener una participación relevante en el negocio educacional (la última ministra de educación concertacionista, Mónica Jiménez, es una reconocida sostenedora educacional, favorecida por lo tanto por dicho modelo).

A principios del 2011, la presidenta del PPD, Carolina Tohá, manifestó en entrevista al vespertino “La Segunda” que era necesario perfilar más al ala progresista de la Concertación, para evitar que el surgimiento una izquierda antisistémica. Hay sectores de la Concertación conscientes de que existen condiciones políticas para el desarrollo de una alternativa política radical.

Para el reformismo, los planteamientos radicales del movimiento estudiantil, así como su recusación tanto de la Alianza como de la Concertación, constituyen un obstáculo serio a su política de articular a toda la oposición en torno de la consigna “todos contra la derecha”.  

Por lo anterior, los dirigentes estudiantiles del PC buscaron permanentemente tanto eliminar la exigencia de educación gratuita (el propio presidente del PC, Guillermo Teillier, intervino en la redacción de la propuesta de la Mesa Social de la Educación eliminando la referencia a la educación gratuita) como detener las tomas, las paralizaciones indefinidas y las marchas y llevar el conflicto al terreno parlamentario.  

Parecía ser un juego win-win para el PC, porque, además de estar capitalizando en términos mediáticos la conducción (para lo cual sus “equipos de seguridad” se aseguraban de no dejar hablar a nadie en los actos que no fuera del gusto del partido, como ocurrió con la ACES en plena huelga de hambre de los secundarios), podía presentar al movimiento estudiantil como parte de su capital político en las distintas mesas de negociaciones.

No obstante, el PC ha tomado nota del giro a la izquierda de los estudiantes y realiza los ajustes del caso en su discurso, sin abandonar su contenido de fondo, que es la alianza política con la Concertación. El discurso de Camila Vallejo al despedirse de la presidencia de la FECH, además de ser el anuncio del inicio de su carrera parlamentaria, buscaba claramente disputar ideológicamente hacia la izquierda, tiñendo de un lenguaje izquierdista la política gradualista e institucionalista del PC. El 1° de enero, Teillier anunció que el PC resucitará al Juntos Podemos para las elecciones municipales y que el pacto municipal con la Concertación tendrá el carácter de “pacto por omisión” (hacía sólo dos meses el propio Teillier había anunciado el agotamiento de los pactos por omisión y la necesidad de acordar un pacto de gobierno).

Este izquierdismo discursivo, que va a contrapelo de los contenidos reales de la política del PC, apela también a la perversión del lenguaje como recurso político. En la Fiesta de los Abrazos, Guillermo Teillier llamó a los jóvenes a “disputar el poder”. No es que el presidente del PC haya tenido un súbito giro a la izquierda y haya retomado la doctrina leninista -formulada en “El Estado y la Revolución”- de la centralidad del poder como eje de una política revolucionaria que busca reemplazar el poder estatal de la burguesía por el de los trabajadores. No, sus pretensiones eran más modestas: llamó a los jóvenes a apoyar la campaña electoral del eje Concertación-PC en las próximas elecciones municipales; pero como está conciente del rechazo de los jóvenes a la Concertación, envuelve el llamado en un papel de regalo “izquierdista”, con la esperanza de que no se note el fraude.

La juventud es el destinatario principal de esta ofensiva por contener la radicalización política. Con el objetivo de virar a los jóvenes hacia el reformismo, el PC y las JJCC están desarrollando una amplia ofensiva ideológica, en la que se inscriben hitos como el lanzamiento del libro de la Secretaria General de las JJCC, Karol Cariola, “Ser un joven comunista” o el relanzamiento del sello discográfico de la organización juvenil del PC. No obstante el papel de envolver, el contenido político reformista no cambia.

Es un dato objetivo de la política que el PC tiene la necesidad política de desarmar cualquier alternativa radical por la izquierda, pues su oferta política a la Concertación consiste precisamente en controlar del movimiento social y contener una eventual radicalización. Inevitablemente los proyectos políticos anticapitalistas están en conflicto con el PC, como quedó demostrado en las movilizaciones estudiantiles.

Los desafíos de la izquierda revolucionaria

La alianza de la Concertación con el PC apunta a recrear el pacto de gobernabilidad de 1989, que inmovilizó a los movimientos sociales para dar gobernabilidad al gran capital a cambio de ciertas reformas desde arriba. La reedición contemporánea de dicho pacto de hace ahora bajo el paraguas del “todos contra la derecha”.

Para la izquierda revolucionaria se ha abierto una nueva etapa de mayores oportunidades pero también de mayores amenazas. Todo el bloque en el poder está interesado en que la discusión política vuelva a encerrarse  en el marco estrecho y paralizante de Alianza versus Concertación, reduciendo a los movimientos sociales a meras masas de apoyo de las maniobras política dentro de la institucionalidad capitalista.  

Pero una de las más grandes amenazas es sin duda el estado de desarticulación e inmovilismo de los trabajadores organizados. Esta situación opera como un lastre para la lucha social en general y para la lucha política más radical en particular. Hay avances y lentamente empiezan a levantar cabeza corrientes sindicales clasistas, pero el peso de la legislación laboral pinochetista y de aparatos burocráticos como la CUT sigue siendo un obstáculo enorme para la reorganización de los trabajadores. Urge la tarea política de democratizar el movimiento sindical, para dar confianza a nuevos trabajadores para organizarse y sumarse a la lucha popular.

La izquierda revolucionaria debe afrontar decisivos desafíos políticos este año:
* Avanzar en la unidad ideológica y política de esta fragmentada izquierda radical y anticapitalista, lo que debe expresarse en coordinaciones, plataformas políticas y de lucha comunes, que permitan potenciar su peso político, su capacidad de convocatoria y su peso en los distintos movimientos sociales. La perspectiva es, naturalmente, la construcción de un nuevo instrumento político revolucionario, tarea inmensa y difícil, pero claramente necesaria. Ello involucra comenzar a avanzar también en la formulación un proyecto de sociedad de carácter socialista pensado específicamente para la realidad nacional y en los principios fundamentales que animan dicho proyecto.
* Impulsar la lucha popular y la desobediencia civil como eje del avance democrático popular, proyectando la creciente rebeldía hacia las formas más avanzadas de lucha;  apoyar la generación de las necesarias coordinaciones desde abajo que potencien la lucha y vayan constituyendo embriones de poder que puedan enfrentarse al Estado capitalista.
* Avanzar en la elaboración de un programa que recoja las demandas más avanzadas y rupturistas de los sectores de vanguardia del movimiento social, y que a la vez apunte en una clara perspectiva de anticapitalista.
Concordar una táctica política para el 2012 que: 
* ponga en el centro el inicio de la lucha desde abajo por una Asamblea Constituyente de generación popular y que apunte al cumplimiento de un programa de democratización radical de perspectiva anticapitalista,
* busque sumar a nuevos sectores a la lucha que iniciaron los estudiantes, en especial los trabajadores, para potenciarla en la perspectiva de doblar la mano al gobierno y a la elite binominal y  
* dispute en las elecciones municipales de Octubre al duopolio Alianza-Concertación, para evitar que la disputa política vuelva a reducirse a las escaramuzas de ese duopolio y se instale el pueblo como la verdadera oposición al poder. Frente a los postulados de la clase política binominal -el clientelismo aliancista y la política “participativa” del eje Concertación-PC, que busca que una limitada participación local sea el sucedáneo de la falta de participación en los niveles más altos del Estado- la izquierda revolucionaria debe plantear una política de construcción de poder democrático desde abajo, exigiendo que sean las asambleas de organizaciones populares y no la burocracia comunal las dirigentes del municipio.
La crisis internacional y nacional y la politización y radicalización de crecientes sectores sociales, abre una ventana de oportunidad que contrasta con las debilidades políticas y orgánicas de la izquierda revolucionaria, que debe enfrentarse a aparatos políticos fuertes y con larga experiencia, comenzando por el mismo Estado capitalista y sus dos fracciones políticas, la Alianza y la Concertación.  

Nos anima, no obstante, la convicción de que hay que buscar una alternativa política que dé solución a los problemas de los trabajadores y los pueblos que habitan Chile y que esa alternativa no puede desarrollarse dentro de los límites civilizatorios que impone el capitalismo. En el 53° aniversario de la Revolución Cubana, nos inspiramos en la gran enseñanza política de esa gesta libertaria, que en palabras del Ché nos dice “o revolución socialista o caricatura de revolución”.

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